Un año de amor

 

Aníbal del Rey

 

Cada vez que me despido, lo hago de verdad.

Ahora decir adiós tiene más sentido. Las palabras no se las lleva el viento, todo se queda grabado como en piedra, algo así como los mandamientos divinos: permanece.

Hoy hace un año uno de mis mejores amigos murió. Así de duro y real. Un hombre físicamente hermoso (aunque siempre le molestaba diciéndole que era horrible y que estaba espantoso), alto, fuerte, divertido, creativo, talentoso… Podría abundar con muchísimos más adjetivos para definirlo, pero me quedo con esa palabra que él tanto ocupaba: Fantástico.

Lalo era uno de mis mejores amigos. Eduardo fue la última persona por la que he llorado. Y al decir llorar, me refiero a esas lágrimas desgarradoras que hacen sentir que tu cuerpo quedará seco. Llorar como si fuera tu último día de vida. No pude decirle adiós. Nunca creí que partiría, al menos no tan pronto. 

¿Valió la pena amarlo? Cada maldito bendito segundo. 

Si no hubiera conocido a Lalo como lo conocí, no le habríallorado los mares que fui capaz de crear. Si no me hubiera arriesgado a entregarle el corazón, no habría sufrido su partida (él ya estaría albureándome con esa última frase). Sin esa magia que le inyectó a mi corazón y al de muchos, no entendería ese amor tan profundo que dejó en mí con tanto eco (sigue riendo donde quiera que estés, Lalito).

Así cada uno de mis amores. Lalo es un reflejo y un recordatorio de que entregar el corazón y abrir las puertas del alma no serán nunca una señal de debilidad. Hoy no está entre mis prioridades endurecer el corazón. Si me parten el alma en mil pedazos, adelante. Porque ¿cómo saber que sientes placer si no puedes conocer el dolor? No le temo más.

Por eso, cada vez que conozco a alguien un poquito más, cuando siento que está entrando en mis sentimientos y emociones, no pongo candados. Me doy chance, me aflojo esas cadenas de rigidez y me permito ser yo mismo. Cadavez que leo o escucho que alguien no volverá a enamorarsesiento un poco de pena… ¡Como si fuéramos capaces de modularlo! 

Eduardo es y será siempre uno de mis grandes amigos. Lo pienso constantemente. Nadie ocupa su lugar. No creo que perdamos espacio en el corazón cada vez que nos enamoramos, todo lo contrario. Acepto y confirmo que el corazón puede expandirse creando espacios nuevos, sitios que tal vez creíamos desconocidos, albergues donde el pago es opcional y la cuota es bastante mínima. El amor no tiene precio, porque es propio, porque el alma con sus poquísimos gramos tiene más fuerza que el cielo mismo.

Hoy decido entregarme como si fuera la primera. Ojo, no es que ande de pito fácil (aunque no me molestaría). Hoy decido amar y sobre todo amarme como si fuera el último día. Hoy honro a cada uno de mis amores: a los que han estado en mi corazón y los que permitieron que entrara en el suyo. 

Que no nos dé miedo amar, amiguites. Ya hasta lo dijo José Alfredo: “la vida no vale nada”. Y es que con casi nada soy tan feliz, y con casi nada he hecho feliz a varios.

Un beso hasta el cielo de los diseñadores donde seguro estarás, amigo hermoso. Un apapacho y un agarrón de nalga. Acá todo está chido. Nos enseñaste más que bien a ser felices.