Originario de Guadalajara (1875 – 1964) fue un pintor, paisajista y escritor mexicano, apasionado de la vulcanología. Más conocido por su pseudónimo “Dr Atl” adjudicado por el mismo tomando la palabra “Atl” que significa agua en náhuatl y el título de “Dr” ya que era doctor en filosofía. Tomó tan en serio su pseudónimo que en 1951 envió una carta a los miembros del Colegio Nacional explicando que el motivo del cambio de su nombre se debía a su interés en ser llamado de una manera que fuese más acorde a su personalidad independiente, autobautizándose con “el agua maravillosa de su alegría de vivir”.
Sus primeras lecciones de pintura fueron a los 19 años en su ciudad natal, posteriormente estuvo un pequeño periodo en Aguascalientes para después volver a Guadalajara y seguido de esto viajar a la Ciudad de México para estudiar en la Escuela Nacional de Bellas Artes (Academia de San Carlos). A sus 22 años (1897) obtuvo una beca otorgada por Porfirio Díaz para ir a estudiar a Europa. Estuvo en países como Inglaterra, Alemania, Francia, España e Italia. Estudio Filosofía en la Universidad de Roma y derecho penal en la Sorbona de París.
Durante su estancia en Europa adquirió conocimiento de arte pictórico, periodismo y derecho. Fue en esta etapa de su vida en la que se impregnó de la pintura mural renacentista. Una vez que se terminó el dinero de becas y apoyos económicos, regresó a México en donde inició a trabajar en la Academia San Carlos, en ésta misma estableció su estudio y además asistió a talleres de pintura y dibujo. Fue en esta época de su vida que comenzó a ir en contra de los métodos de la enseñanza de las artes, ganándose el apodo de “El agitador” ya que persuadía a sus colegas y compañeros mas jóvenes a visualizar la importancia del arte popular desde una perspectiva ajena a lo que se enseñaba en la academia. Murillo no solo intentaba cambiar el punto de vista de sus colegas, también participaba en varias protestas, una de ellas fue la famosa protesta ante la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes cuando se celebraba el Centenario de Independencia en 1910, como resultado de esta protesta obtuvo dinero del gobierno con el cual se organizó una exposición colectiva. Gerardo estuvo involucrado en cuestiones artísticas, académicas, políticas y filosóficas en nuestro país.
Después de una segunda estancia en Europa, regresa a México y queda al frente de la Escuela Nacional de Bellas Artes o de San Carlos , oportunidad que le permitió generar tantas reformas creyó necesarias para mejorar los programas de estudio del arte.
A partir de la década de los 30, la obra de Atl comenzó a alcanzar estabilidad e inició a dedicarse más a la producción de retratos y paisajes, iniciando así sus famosas pinturas de volcanes. Siendo un innovador, no estaba conforme con la manera en la que las pinturas secaban de manera rápida impidiendo obtener los acabados que deseaba del paisaje en el lienzo, así que decidió crear su propia pintura con una pasta dura compuesta de cera, resina y petróleo con la que podía pintar sobre papel, tela o roca, dando así origen a “Atl-Colors” mismas que continúan usándose hoy en día. Tiempo más tarde (debido a la amputación de su pierna derecha) tuvo que detener sus viajes a escalar montañas y volcanes por lo que se dedicó a sobrevolar los cielos, actividad que le permitió alcanzar una visión más amplia de los paisajes que ya pintaba, creando así el “aeropaisaje”.
Murillo también fue conocido como uno de los impulsores de la renovación artística y como promotor inicial de la pintura mural postrevolucionaria en México, sin embargo los choques ideológicos y personales que tuvo con ministros del muralismo en México, le impidieron continuar como muralista y continuó con la pintura de caballete. Como dato curioso, dos de sus cuadros de caballete fueron colocados como murales, uno en el Hotel del Congreso en Ciudad de México y otro en un rancho homónimo.
Gerardo Murillo falleció en agosto de 1964 debido a un paro cardiorespiratorio. Se sospecha que el hecho de haber estado expuesto en varias ocasiones a respirar y absorber fumarolas del Paricutín pudo haber ocasionado daños irreversibles a su salud.