La primera parte de la mañana la dedicó Lucio Ferrer a organizar los estantes de su biblioteca. Se había levantado temprano, demasiado témpano, dijo el subconsciente al ver la oscuridad que aún no se disipaba en el cielo. Preparó café y revisó las noticias matutinas. Puso su lista de Spotify en aleatorio; La traviata de Verdi inundó la habitación de una suntuosidad descarriada. Cogió su ejemplar de La dama de las camelias de una de las repisas y pensó en Violetta Valéry, ¿qué se sentirá morir de tuberculosis? Se tumbó en el sofá y leyó un poco. Dumas le pareció mas vigente que nunca. Esos chismes también pasan en Xalapa, volvió a acusar su voz interior. Ignoró Ferrer a su subconsciente pues, sabía por experiencia, cuando se juntaba con el tedio era un mal consejero. Esa mañana se vislumbraba larga y monótona; tenía una entrevista vía telefónica programada para el medio día y todavía faltaban unas cuatro horas. Resignado, el periodista se dedicó a masticar la espera.
El timbre del celular lo despertó, no sabía cuánto tiempo llevaba dormido pero supuso que era bastante. Despejó un poco su garganta antes de atender. Al otro lado de la línea, la encargada de medios de Fogra Editorial ponía al teléfono a Betto Arcos. Saludó Ferrer a su entrevistado con el entusiasmo de quien conversa con un viejo colega. En parte no exageraba, Arcos era un periodista dedicado a la música desde hacía veinte años. Originario de Xalapa, había abandonado la ciudad para mudarse a Los Ángeles y desde entonces dedicó su vida a la difusión, cobertura y estudio de las músicas del mundo. Ahora regresaba a la ciudad, aunque de manera virtual, para presentar su libro Historias Musicales del Barrio Cósmico en la Feria Nacional del Libro Infantil y Juvenil y Lucio Ferrer había sido el primero en solicitar una entrevista con él.
Hizo Ferrer las presentaciones y atendió a las formalidades con con una alegría de niño grande. Le entusiasmaba el libro, en el que el autor incluye una discografía de 300 títulos y 150 semblanzas a figuras como Yo-Yo Ma, Jordi Savall, Arturo Márquez, Ana Tijoux, Celso Piña y Rosalía. Me parece una colección increíble, un trabajo integrador y global, asestaba el periodista cultual a su entrevistado. Así es, respondía Betto Arcos, no me enfoco en un solo género, sino en toda la música que he abarcado a lo largo de dos décadas de trabajo periodístico, con especial énfasis en América Latina, pero también figuran artistas de África, Europa y Medio Oriente, me interesan las historias, no las figuras. Es un trabajo que surge de las colaboraciones con radioemisoras como la BBC de Londres y KPCC de Los Ángeles, pero sobre todo para National Public Radio (NPR), con sede en Washington D.C., es el resultado de mi melomanía, de mi pasión, es un verdadero crisol de la música mundial.
Y hay una labor periodística muy importante, cuestionaba Ferrer, pues es una compilación de la creatividad musical. Cierto, Arcos respondía con entusiasmo, hay un capítulo dedicado a la identidad, donde aparece Celso Piña o Silvia Pérez Cruz. También hay uno al que yo le llamo poder, donde hablo del empoderamiento de la mujer en términos musicales. Hay capítulos sobre el aprendizaje, otro dedicado a Brasil, otro a Cuba. Hay otros sobre la violencia, sobre lo qué pasa en Veracruz y sobre lo que le pasó al pueblo árabe. ¡Es una verdadera riqueza musical!
También me parece suponer interesante esa revisión qué haces al fenómeno de la migración a través de la música, este análisis de la música mexicana hecha allá en Estados Unidos; el migrante se lleva la música consigo y allá la mantiene viva. La conversación se ponía cada vez más interesante y Ferrer no desperdiciaba oportunidad. Betto Arcos continuaba ufano. Una de mis responsabilidades, desde que comencé a hacer radio, era justamente esa: dar a conocer la música de los migrantes. Yo me fui de Xalapa a los veintitrés o veinticuatro años y yo ya llevaba una mochila llena de música. Así como yo, los migrantes llevan sus tradiciones, su cocina, sus rituales. En cada capítulo vas a encontrar música de cubanos en Los Ángeles, de mexicanos en Los Ángeles, de oaxaqueños y veracruzanos y hasta de armenios, iraníes y africanos en Los Ángeles. Los que estamos allá seguimos viviendo nuestras tradiciones, seguimos escuchando lo que escuchábamos en México y seguimos cocinando lo que comíamos en México.
Sabia Ferrer que era hora de despedirse. Había disfrutado mucho de esa charla musical pero entendía los matices en la voz del entrevistado, notaba algo de prisa. Se despidieron con la misma honesta cordialidad y acordaron seguir en contacto. Tras concluir la llamada cambió la música, quería algo más acorde al momento. Puso a Los Choclok y revisó la página de la librería Gandhi para ordenar el libro. Afuera comenzaba una ligera llovizna. Permaneció quieto Ferrer, respirando con agrado el aire fresco del medio día y mirando la palmera que dominaba la calle.